Si buscas información por tu cuenta sobre este vino tan especial puedes encontrar diversas historias distintas sobre su creación, pero uno de los relatos más famosos se remonta a la región de Champagne, en Francia, durante el siglo XVII.
Porque si, el champán que todos conocemos, es un tipo de vino espumoso aunque nunca nos referimos a él como tal.
Según apunta la historia, el monje benedictino Dom Pérignon puede ser considerado uno de los pioneros en el desarrollo del vino espumoso, aunque la realidad es que su creador oficial es desconocido.
La contribución principal del monje fue perfeccionar técnicas que evitaran que las botellas explotaran debido a la presión del gas, algo que sucedía con frecuencia cuando se desarrollaban prototipos.
El vino espumoso comenzó a ganar popularidad en la corte francesa, convirtiéndose en un símbolo de lujo con el que la burguesía proyectaba exclusividad.
Con el tiempo, la producción de este tipo de vino se extendió más allá de Champagne, llegando a regiones como Cava en España, Prosecco en Italia y los espumosos de Nueva Zelanda y California, aportando en cada región distinciones adaptadas a sus gustos, culturas y tradiciones.
Actualmente, el vino espumoso se obtiene mediante un proceso especial de fermentación que captura dióxido de carbono (CO₂) en el vino, lo que le da sus características burbujas.