Como he mencionado anteriormente, el proceso es complejo y se basa, principalmente, en la conversión de la leche de oveja en un queso. Para ello, lo primero que se tiene que realizar es el tratamiento de la leche. ¿Qué significa tratar la leche? Significa que se tienen que eliminar de ella todas aquellas sustancias extrañas que pueden dañar nuestro organismo. Una vez se han eliminado esas partículas y, si el queso lo requiere, se añade más nata, la leche se homogeniza para que la textura final sea uniforme. A continuación, se traslada a las cubas de elaboración. Cuando hemos traspasado la leche a la cuba de elaboración, lo que se hace es subirle la temperatura a unos 35ºC y, según el tipo de queso que se esté elaborando, se añaden fermentos lácticos o cuajo. Así, la leche coagula, ya que la función del cuajo es esa, obteniendo un queso en estado semisólido. Seguidamente, se procederá al corte del queso semisólido mediante unos instrumentos llamados liras. Dependiendo del tipo de corte que se realice, se elaborará un tipo de queso u otro. A la cuajada cortada se le denomina “grano”. Los granos obtenidos se siguen trabajando en la cuba de elaboración para que se elimine el suero de ellos, procediendo al “desuerado”.
Los diferentes granos, ya sin suero, son depositados en distintos moldes para poder llevar a cabo la siguiente fase, que es el prensado. Éste se realiza con el fin de darle una forma concreta al queso y eliminar el suero y el aire que todavía queda entre los granos de cuajada.
El siguiente paso es el salado del queso. ¿Para qué se sala? La respuesta es curiosa. El queso se sala para evitar que crezcan bacterias perjudiciales para el humano. Además, la sal también ayuda a eliminar lo que queda de suero, potenciar el sabor y también, es la encargada de formar la corteza del queso.
En este punto, ya tenemos un queso desuerado y salado, por lo que se puede llevar a la cámara de maduración. En estas cámaras está muy controlada la temperatura, la humedad y la aireación de los quesos para que sufran un proceso de curación idóneo. Esta fase es de especial importancia, porque gracias a ella se obtendrá la textura, sabor, aroma y consistencia del queso curado.
Una vez terminado el proceso de curación, que suele durar entre 3 y 6 meses, tal y como se ha comentado en el inicio del post, el queso ya podrá ser adquirido y disfrutado.