Una vez que te hemos hablado del queso con trufa puede que te haya surgido esta duda, lo cierto es que el queso con trufa tiene un proceso de elaboración algo distinto.
Puede variar dependiendo del tipo de queso y de la trufa utilizada, pero en general, el principio básico es incorporar trufa (ya sea fresca, en trozos, rallada o en aceite) en el queso durante su proceso de maduración.
En los quesos españoles, normalmente la trufa que se utiliza es trufa negra, ya que es la que aporta un sabor de mayor intensidad.
La trufa puede añadirse en diferentes momentos de la producción del queso, lo que influye en el grado de impregnación de su sabor.
Incorporación de trufa fresca: La trufa fresca se puede picar finamente y mezclar con la pasta del queso, normalmente en la fase de curado. Esto permite que el queso absorba los aromas de la trufa de forma gradual. Es el proceso que mejor conserva el sabor de la trufa, lo que también se traduce en quesos de mejor calidad y de un precio más elevado.
Aceite de trufa: Otra forma de añadir trufa es mediante aceite infusionado. Este aceite se mezcla con la cuajada o se utiliza para ungir el queso maduro. El aceite es una excelente opción cuando se busca un sabor más sutil y que la trufa simplemente aparezca como matices suaves en la boca.
Trufa deshidratada: En algunos casos, la trufa deshidratada se puede incorporar para darle un toque menos "fresco" pero igualmente aromático. La ventaja de este tipo de trufa es que se conserva por más tiempo.
El resultado es un queso que no solo tiene una textura característica según su elaboración (blando, semicurado, curado), sino también una capa de sabores terrosos y umami proporcionados por la trufa.