Ahora que ya hemos entrado en materia, vamos a remontarnos a los orígenes del aceite de oliva aragonés.
Aragón, situado en el noreste de España, es una región con una gran tradición olivarera. Sus olivares, muchos de los cuales son centenarios, se extienden por paisajes únicos que van desde el Bajo Aragón hasta las colinas del Somontano y el Campo de Borja.
La combinación de suelos calizos, un clima mediterráneo-continental y el esfuerzo de generaciones de agricultores da como resultado un aceite de oliva virgen extra (AOVE) de calidad excepcional.
Entre las variedades de olivo más representativas de Aragón se encuentran la Empeltre, la Arbequina y la Picual, cada una aportando características únicas. Los aceites de oliva aragoneses poseen equilibrio en sabor, con matices frutados, almendrados y ligeramente picantes, que los convierten en una elección ideal tanto para cocinar como para disfrutar en crudo, aunque si no has probado nunca un aceite de este tipo seguramente la primera vez te resultará bastante amargo.