La trufa de temporada de otoño es uno de los ingredientes más codiciados en la alta cocina. Este hongo subterráneo, conocido científicamente como Tuber Uncinatum, se caracteriza por tener un aroma intenso y sabor terroso, especialmente destinada a la elaboración de platos gourmet. Las trufas crecen en simbiosis con las raíces de ciertos árboles, como encinas y robles, y son recolectadas con la ayuda de perros adiestrados, lo que aumenta su valor y exclusividad.

Esta trufa tiene un sabor más suave y dulce en comparación con su pariente, la trufa negra de invierno, lo que la hace perfecta para platos otoñales. Se puede laminar sobre pastas, risottos, huevos o incluso usar en aceites y mantequillas aromatizadas. 

Estas trufas son recolectadas en Sarrión, en la provincia de Teruel, que se caracteriza por tener un suelo con propiedades perfectas para su cultivo, además de una gran tradición en la truficultura.